Estuvieron presentes el entonces Vicepresidente de la República de Colombia, Francisco Santos Calderón; el ex jefe del Gobierno español y Presidente Honorario de la Fundación, don José María Aznar; el Ex presidente Andrés Pastrana Arango; la Directora de la Fundación y Decana de la Escuela de Comunicación Social y Periodismo, Diana Sofía Giraldo de Melo; el Rector de la Universidad Sergio Arboleda, Rodrigo Noguera Calderón, y el Presidente del Consejo Directivo de la Universidad, Gabriel Melo Guevara.
Diana Sofía Giraldo de Melo, Fundadora y Presidenta de la Fundación Víctimas Visibles y Decana de la Escuela de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, afirma que "la Fundación Víctimas Visibles nace para dales el reconocimiento que requieren las personas que han vivido el dolor de la violencia, porque las víctimas son más importantes que los victimarios".
Nuestra institución defiende la dignidad y los derechos de las víctimas de la violencia en Colombia, busca su reconocimiento dentro de la sociedad, la visibilidad de su drama en la agenda pública y el respeto y la atención de sus reclamaciones por parte del Estado y la sociedad civil.
La Fundación Víctimas Visibles trabaja para unir a las víctimas sin distingos de origen político, religioso o cultural; para resolver y aliviar su dolor, ayudarlas a superar el trauma y fortalecer su resiliencia.
"Víctimas Visibles es plural y democrática: Trabaja por la unión de las voces de las víctimas y respalda sus expresiones, para que su voz sea escuchada por todas las instancias del poder y en los ámbitos nacional e internacional".
La Fundación Víctimas Visibles promueve la esperanza, los ejemplos de acción positiva, de perseverancia y resiliencia de las víctimas. Igualmente, se trabaja para que las víctimas tengan un rostro, un nombre y una familia y puedan levantarse y transformar su dolor en esperanza y así logren una vida mejor.
¿Por qué la Fundación Víctimas Visibles? Porque las víctimas son más importantes que los victimarios.
¿Para qué? Para que nos hagamos corresponsables, como ciudadanos, del dolor de miles de compatriotas. Para que despertemos de nuestra aparente indiferencia y dejemos aflorar el deseo de ayudar, que todos llevamos dentro.
Para que nos contagiemos de solidaridad y compasión. Para que no los invisibilicemos más. Para que no los estigmaticemos. Para que no mueran dos veces. Primero, con la trágica muerte física y luego con la muerte moral, cuando se les señala con el “algo hizo” o “algo debía”. Para que las víctimas colombianas no queden reducidas a un número de heridos, muertos y desaparecidos, a simples datos estadísticos, que no despiertan la solidaridad de nadie.
Para que les devolvamos un rostro, la historia de una vida truncada, de una madre, de un padre, de un hijo. Para honrar la memoria de sus muertos, que son nuestros muertos. Para aprender de ellos a educar a nuestros niños en paz, la tolerancia, el respeto por las ideas ajenas. Sí, debemos aprender de ellos, aprender, por ejemplo, de Licinia Collazos, una indígena páez, que después de ver morir a su marido asesinado con motosierra en el Alto Naya, en presencia de sus hijos, lucha hoy por borrar la venganza de la mente de uno de ellos, hoy adolescente, ella quiere sembrar paz en su corazón. En los atardeceres danza con otras mujeres de su comunidad para espantar la tristeza. O aprender de Felipe Lozada quien permaneció tres años secuestrado con su madre y su hermano menor. Regresó a su casa porque su padre negoció la liberación de los hijos, pero no le alcanzó la vida para liberar a la madre porque fue asesinado en un atentado del cual Felipe sobrevivió milagrosamente. Ahora estudia en la Universidad y todos los días le ruega al alma de su padre: “cuida mucho a mamá, que sigue en cautiverio, mis hermanos y yo nos cuidamos solos”.
"Víctimas Visibles nace para ayudarles a dar el paso de víctimas a sobrevivientes. Para proporcionarles interlocución democrática con la sociedad, con nuestros legisladores, el Gobierno, la comunidad internacional".
¿Cuántas veces les hemos preguntado a nuestras víctimas su opinión sobre los procesos de paz? ¿Cuántas veces se les ha invitado a sentarse en las llamadas mesas de negociación? ¿Cuántas veces fueron invitadas al Congreso a discutir la Ley de Justicia y Paz, dentro de un proceso que confiamos sea exitoso? ¿Cuántas veces se les ha preguntado cuál es su definición del terrorismo? ¿De la violencia? ¿De la democracia en la cual viven? ¿Se ha pensado alguna vez en la paz desde la perspectiva de las víctima?
El apoyo a las víctimas debe ser un punto de encuentro y consenso de los líderes políticos, como lo visualizó el ex presidente del gobierno español José María Aznar, cuando lideró el proceso para que la sociedad española, las instituciones democráticas y los medios de comunicación rodearan a sus víctimas. Como él mismo lo afirmó: “Era una tarea de justicia que hacía falta. Se sacó a la luz un sentimiento de gratitud, afecto y solidaridad que existía. Y ello dio un impulso moral en la lucha contra el terrorismo”.
Su presencia entre nosotros, en el II Congreso de Víctimas, su apoyo permanente y su compañía en este acto comprometen el agradecimiento de los colombianos y nuestro profundo reconocimiento por su estímulo y ayuda.
Por esas y por muchas más razones nace Víctimas Visibles para devolverles la voz, para permitir que ésta se alce legítimamente en contra del terror. Para escucharlos convertir las estadísticas en seres humanos. Para conocer sus historias.
Para honrar a sus muertos. Muchas de ellas como María Cecilia que está entre nosotros y vio morir incinerados a su esposo y a sus tres hijos en Machuca, tiene el dolor congelado en el alma y su vida detenida en el tiempo. María Cecilia permanece como el primer día, no sólo con las quemaduras del cuerpo sino con las heridas abiertas en el alma. Es necesario compartir su dolor y permitirle hacer esa catarsis pública.
Porque los colombianos nos hemos vuelto expertos en la vida y obra de los victimarios. Los conocemos por sus nombres, identificamos sus rostros, comentamos sus historias de horror. Pero ¿qué sabemos de la vida de María Cecilia, de su esposo, de sus tres pequeños hijos?
Porque el daño causado a la dignidad de un solo ser humano, es un daño a la humanidad. El terror no distingue raza, idioma, nivel cultural, lugar de nacimiento.
El dolor causado es el mismo en las víctimas colombianas, las del 11 de septiembre en Nueva York, las del 11 de marzo en Madrid, las de Beslán, las de Irlanda del Norte. Pero el proceso de sanación también es el mismo. Ellas, las víctimas son capaces, como alquimistas, de transformar su profundo dolor en fortaleza y capacidad de ayudarse unos a otros, para evitar que su tragedia se repita.
Para terminar quiero compartir con ustedes mi aprendizaje de estos años. Por el camino de las emociones, que nos identifican como seres humanos, podemos llegar a la razón de las víctimas”.
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